La horda de padres de familia

En uno de esos instantes, donde no tienes de que depender económicamente, se me ocurrió tomar el periódico y busca empleo, y me llamo la atención un anuncio donde buscaban maestro de computación para primaria, así que lo obvio, tome el teléfono, agende una cita y al día siguiente me presente como debiera ser a la misma.

A la altura del palacio de los deportes, a un costado de viaducto, aun se encuentra el colegio Jose Levy, dirigido en aquel entonces por una maestra entusiasta, con ganas de dar a los niños algo mas en sus estudios, acababa de tomar un diplomado en Programación Neurolingusitica y eso lo se porque me lo comento en la entrevista de trabajo, y la propuesta era que todos los maestros lo pusieran en practica con sus alumnos.

Sin mas, tuve la oportunidad de conseguir el empleo, y comencé a trabajar casi inmediatamente, me presentaron con la plantilla de maestros y al poco tiempo con los alumnos conforme fuera llegando su horario para tener clase conmigo, dicho de paso, también me toco atender a los niños de preescolar, la escuela no contaba mas que con estos niveles.

Me llevo poco tiempo conocer a los niños, y que ellos se sintieran en confianza con el nuevo “Profesor de Computación”, al mismo tiempo conocía los métodos del PNL que en la escuela ya se practicaban, y durante las juntas de maestros, los reforzaban aun mas haciendo algunos ejercicios y llevarlos así al aula de clase.

Resulto que durante mucho tiempo, las clases de computación solo era ir al laboratorio, sentar a los niños de dos en dos frente a un monitor y cargar en cada equipo un juego de matemáticas o español al estilo del famoso plomero con porte italiano nombre latino del que seguramente todos hemos jugado tratando de rescatar a la princesa una y otra vez.

Después de algunas clases, apuntes y ejercicios no muy bien recibidos por los alumnos (pues ya no jugaban en las maquinas), el primer examen fue una sorpresa para todos, alumnos, maestros de grupos e incluso los padres de familia, y como no lo iba a ser si la calificación de dicho examen en mas del 80% de los niños fue por debajo del 7.

Antes de dar a conocer los resultados a los padres de familia, la directora (cuyo nombre no logro recordar), convoco a una junta con los maestros titulares de grupo, el subdirector y la psicóloga de la escuela, pues era realmente llamativo el resultado masivo de calificaciones, así que en un consejo de la escuela extraordinario se decidiría si esa calificación seria impresa en las boletas o si la sustituíamos por algo mas “decente”.

Recuerdo las palabras de Vero, (la psicóloga de la escuela), “computación lo toman como una materia X y nunca se le ah puesto el empeño para que los niños y los mismos padres de familia hagan algo al respecto, siempre esta el 10 presente en la boleta y realmente los niños no han aprendido nada”. Dicho esto, y con al votación unánime de los titulares, se imprimieron tal cual las calificaciones, aunque, en aquel tiempo solo era en las boletas internas de la escuela, no en las oficiales de la SEP.

El siguiente lunes, al terminar la ceremonia a la bandera, en cada uno de los salones de clase, se daban cita los padres de familia para la respectiva firma de boletas, poco tiempo tuve que esperar para que una horda de padres enfurecidos al puro estilo de Frankestein, se avalanzaran al salón de computación para saber por que sus “bendiciones” habían obtenido tan baja calificación en la materia mas fácil y divertida para ellos.

Debo confesar que al verlos acercarse todos juntos y no solo de un grupo o dos, puedo jurar que eran todos los padres de familia, no me faltaron ganas de cerrar la puerta del salón y dejarlos gritar afuera, hubiera estado genial ver como con palos y antorchas derrumbaban dicha puerta y entraban con toda la furia por haber deshonrado la habilidad de los pequeños frente a los videojuegos.

No se cuanto tiempo paso, solo recuerdo que intentaba hablar con cada uno de ellos a la vez y explicarles que era solo una evaluación, que seguramente el próximo examen lo tomarían mas en serio y se recuperarían del trago amargo. Pero recuerdo claramente la escena, no veía que se acabaran los hombres y mujeres furiosos con la boleta de su hijo en mano gritando como en una manifestación contra algún político deshonesto (si, ya se lo que se siente), pero recuerdo que al final, cuando se fue la ultima mamá respire profundo y pensé: “creo que ahora si me reconocerán todos los padres cuando me vean”.

Sobra decir que el siguiente examen, no tuvo tal consecuencia, la mayoría de los alumnos aprobaron con calificación “decente” como era de esperarse, no se si causo efecto en ellos o en los padres de familia quienes se pusieran a estudiar con los chamacos y quizá hasta ellos mismos aprendieron un poco de aritmética lógica, sumando, restando, multiplicando y dividiendo unos y ceros.

No supe mas como siguió la materia en la escuela, al año siguiente obtuve la plaza como asesor de soporte técnico en Internet de Avantel y abandone el colegio Levy (literalmente), pero estoy seguro de dos cosas: una es que mas de un niño y niña debió haber estudiado una carrera de informática gracias a lo poco que logre enseñarle, y la segunda es que estoy seguro que mas de un niño o niña termino odiando los sistemas y opto por estudiar algo que “no tenga matemáticas”.