Saludos Abuelos

Cuando eramos niños, la muerte era algo inexplicable, los adultos nos contaban que los muertos se iban a otro plano dimensional, “si te portas bien iras al cielo cuando mueras”, algunos los espantaban con el infierno o para mediar un poco el purgatorio, para pagar por tus pecados y después el cielo.

Lo mas cerca que estábamos de la muerte era cuando se iba nuestra mascota, ver a corazón alegre en la programación del canal cinco morir, era la escena mas fuerte que podíamos contemplar y sacarnos un par de lagrimas en la infancia.

Con el paso del tiempo, vimos a personas adultas partir, los padres de los amigos de nuestros padres, los mismos amigos de nuestros padres y entonces comenzaban a irse personas mas cercanas;  los tíos de nuestros padres dejaban este mundo y llegando así, inevitablemente la partida de los abuelos.

Poco a poco cada uno de ellos va atravesando la senda hacia otro mundo, dejando en nosotros los recuerdos de los momentos felices que vivimos a su lado.

El tariangaranga, un baile (si se le puede llamar así), obligado para todos los nietos y bisnietos, sentados en las piernas de Don Flor haciéndonos saltar al ritmo de la cancioncita, o verlo pelear con su contrincante imaginario las tardes de sábados cuando en su pequeño receptor verde de pilas escuchaba la narración de la pelea de box, era como si el estuviera ahí ayudando a su elegido.

Rafa, o mejor conocido como “El Basuras“, con las pocas veces que lo vimos nos demostró su cariño y recordando las anécdotas de su andares cantando tangos y enamorando a cualquier doncella con su porte de galán al mejor estilo pachuco, presumiendo siempre la gran cantidad de retoños productos de aquellas conquistas.

Caminando por la calle 11 de regreso del mandado, a paso lento por el cansancio, venia Cocotito, con su reboso a cuestas y del brazo izquierdo colgaba la gran canasta con frutas, tortillas y demás ingredientes para llegar a casa y preparar la comida del día, con el sazón que solo ella daba al arroz con papelito.

Cuando me escapaba de la vocacional y llegaba con la abuela Coco, que siempre me preparaba los suficientes sopes para calmar el hambre, no se como le hacia pero siempre que yo iba los tenia listos con frijolitos o solo con crema y queso pero que buenos sabían.

Dos años desde que los cuatro están reunidos y que sin duda en unas horas pasaran por la casa a comer su chocolate, tomar un trago a su coca cola y pasar por su “cigarrito”, porque mañana al amanecer, veremos esas hilos plateados al pie de nuestra cama y sabremos que pasaron a darnos un abrazo a cada uno de los nietos y un beso en la frente como solían hacerlo.