Siempre todos juntos

Fue el verano de 1987. El atrio de la parroquia del Señor de la Misericordia se llenó de risas, nervios y una emoción que apenas entendíamos. Aquel día celebrábamos nuestra misa de graduación, al terminar el sexto de primaria. Era el cierre de una etapa y el inicio de muchas otras. Todo era alegría: risas, llantos, fotos y despedidas. Algunos seguiríamos en el mismo instituto; otros partirían hacia nuevas escuelas, nuevos caminos. Así fue aquel adiós —breve, inocente, pero lleno de promesas que el tiempo, de algún modo, se encargó de cumplir.

Pasaron los años, y fue hasta el verano de 2019 cuando volvimos a encontrarnos. El restaurante Italianni’s se convirtió en el escenario perfecto para ese reencuentro que parecía imposible. Queríamos saber qué había sido de cada uno, cómo nos había tratado la vida desde aquellos días de pupitres de madera y pizarrones de gis. Al principio fuimos pocos, pero la nostalgia hace su magia: uno recordaba a otro, alguien conseguía un número, y poco a poco fuimos reuniéndonos, volviendo a ser ese grupo de niños que alguna vez corrieron por el edificio verde.

Hoy han pasado apenas seis años desde aquel reencuentro, y sin embargo parece que llevamos toda la vida juntos. Y cómo no sentirlo así, si nos conocemos desde los seis años. Somos más que amigos: somos hermanos. Jugamos juntos, crecimos juntos, y ahora caminamos juntos en una hermandad que ha superado el paso del tiempo. Nos apoyamos, reímos y lloramos uno al lado del otro. Conocimos a las familias de cada uno, que ya también forman parte de esta gran familia a la que con cariño llamamos “El Rena.”

Es curioso: el Renacimiento significaba el renacer del conocimiento; y nosotros, en “El Renacimiento”, aprendimos nuestros primeros saberes, los que hoy nos siguen guiando. Ahora, muchos años después, volvemos a renacer, unidos como esa fraternidad que trascendió el tiempo y sigue viva.

Algunos de aquellos niños han preferido mantener distancia, y está bien. Respetamos su decisión; saben que cuentan con nosotros, y que el día en que volvamos a cruzarnos, nos daremos un abrazo sincero, de esos que dicen más que mil palabras.

Por lo pronto, los demás seguimos juntos. Siempre juntos. Haciendo planes, compartiendo momentos, aprendiendo unos de otros, sumando vida, experiencia y sabiduría.

Hoy, con medio siglo de vida en cada uno de nosotros, agradezco a la vida, a Dios, a la fuerza, por habernos cruzado en el camino, por compartir esta aventura en este plano, tiempo y espacio. Algún día partiremos hacia otro lugar, cantaremos:

“Siempre todos juntos
Llegamos para nunca irnos
Siempre vamos juntos
Hacer juntos una armonía
Siempre, todos juntos
Llegamos y estamos aquí”